sábado, 30 de enero de 2010

She got a ticket to ride...


Se cierra una puerta tras su paso, y el alma se le estruja contra el pecho.

Tiene lágrimas entre las pestañas y hace fuerza para no dejarlas caer.

El tiempo ha llegado y la chica con el vaso de agua debe recoger las valijas que esperan impacientes junto a la puerta y emprender un nuevo viaje.

Por su mente corren cual diapositivas muchos momentos de su vida, momentos de paz, momentos de amor y también de tristezas. Insomnios, noches en vela, risas, música, personas, lugares.

Por primera vez en su vida, dice adiós a la casa que la acuno durante estos 18 años y con ella, a su infancia.

“Nunca hay un adiós total…” recuerda y esboza una sonrisa sabiendo que volverá. Volverá para sentir ese abrazo sincero de cada amigo que deja en su pueblo, volverá para acariciar con devoción las arrugas del abuelo, para ganarle sonrisas a la abuela, para apretar con fuerza sobre su pecho a mama.

Volverá, porque siempre llevara en su alma un pedazo de ese lugar, porque ese lugar tampoco la olvidara.

Hecha un ultimo vistazo para verificar si esta vez no olvida nada y suspira un poco, mientras disimula su nostalgia, la nostalgia inevitable que producen los finales.

Y del otro lado… del otro lado el infinito. El futuro, la ciudad, los libros, lo desconocido.

Se embarca la nueva aventura y toma el último colectivo que sale de la estación…

Atrás quedaran tantas cosas, pero su alma de aire la empuja hacia adelante, siempre hacia adelante.

Respira profundamente y sonríe. Sonríe porque sabe que no va a olvidar y quiere creer que será recordada.

Quien olvida tanta vida? Quien le quita lo bailado? Quien le mata los recuerdos? NADIE.

La chica con el vaso de agua emprende hoy un nuevo viaje, vuela como siempre a un destino desconocido, con ganas de vivir, de aprender, de crecer.

Saluda con la mano desde la ventanilla y cierra los ojos…


“Hoy es siempre todavía...”






Mis queridos amigos: Hoy emprendo un viaje al resto de mi vida. Dejo mi ciudad natal para comenzar mis estudios universitarios en la ciudad de La Plata. Estas simples palabras inconexas no expresan ni la mitad de lo que siento… pero mi alma esta tan atiborrada de sentimientos que no deja a mi cerebro armar frases concretas. Este adiós no es un adiós total… siempre estaré volviendo, queda mucho de mi acá, sin embargo significa un paso importante. A partir de hoy cambian muchas cosas, espero vivirlas de la mejor manera, siempre disfrutando, siempre adelante! Se me dificultara escribir y mas aun publicar, hasta que recupere mi computadora (espero que sea pronto). Muchas gracias a todos por permanecer ahí siempre. Mas allá de las distancias esta blogosfera nos permite conocernos mediante nuestros escritos que reflejan ni mas ni menos que nuestros mas profundos sentimientos y gracias a esto pude conocer a personas maravillosas!

Les dejo un enorme beso, colmado de gotitas de agua!

Lucía.



jueves, 28 de enero de 2010

Pensamientos de "de vez en cuando" II


Hoy pensé en amor.

Mirando a un hombre mecer a su

bebe, pensé en amor.

Las imágenes paternas a menudo me vuelven frágil y hoy, al ver ese instante de fotografía imaginaria, pensé en nosotros, los humanos y en nuestra capacidad de amar.

Y no en nuestro amor a la vida, no en la clase de amor que le tengo al cielo, al aire o a la música. Pensé en nuestra capacidad de amar a los demás.

La mayoría de nosotros, la mayor parte del tiempo, no nos amamos a nosotros mismos… no amamos nuestros cuerpos, nuestras acciones, nuestras imperfecciones….

Acarreamos miles de cosas en este viaje, nuestro viaje, nuestra vida y nos cuesta amar la mayoría de ellas. Sin embargo, curiosamente somos capaces de amar a los demás.

No tengo hijos, por eso supongo que en ese instante pensé en mis sobrinos, en la manera misteriosamente maravillosa en la que podemos amar a esas pequeñas personas que durante un tiempo sólo vemos bostezar, esbozar algunas sonrisas, dormir o gritar… como solemos odiar el desorden o los ruidos molestos, pero como se ven de chiquititos los problemas del mundo mientras cantamos y bailamos desaforadamente sobre la cama con ellos.

Y los amamos.

Hasta el más duro de los seres se enternece un poquito al ver por primera vez a un sobrino, un hijo, un nieto…

Y así con muchas personas.

Amamos a nuestros amigos, amamos a algunos familiares, a nuestras parejas y hasta amamos a ese ser que nos quita el sueño aun sin que tenga las más remota idea de que existimos, o de que en efecto, lo estamos amando.

Amamos.

Con un amor sin tiempo, sin fronteras… un amor que se escapa por los poros, un amor silencioso o a gritos, pacifico o pasional, con frustraciones o esperanzas.

Amamos.

Inevitablemente, con o sin razones, entusiastas o cansados, alegres o dolidos.

Amamos y nos sale de adentro, de lo más profundo.

Hoy pensé en amor y no encontré palabras ni razones sobre las que escribir esta reflexión… será quizás que esta ilógica y maravillosa capacidad que tenemos de amar no necesita reflexiones, no necesita letras, solo se debe experimentar…

Así, sin mas, es solo eso.

Es solo amor, amar se vuelve tan sentido como el tacto, tan presente como el aire

y tan innato como respirar





And all we need is...

is...


[Por favor, click en los dos enlaces]


martes, 26 de enero de 2010

"Cuando te esconda un abrazo, recuerda entonces el año, en que forjamos la paz..."


Ana es una rosa con espinas.

De esas que suelen estar altivas por sobre las demás en el jardín.

Abre orgullosa sus pétalos al sol, y se siente fuerte con cada caricia, con cada gota de rocío.

De tallo largo y flaco, que alguna vez dejo rozar por cualquier mano, que hoy cuida mas, quiere mas y eleva mas alto.

Subleva las heladas con sonrisas y puede con una palabra espantar a las hormigas…

Es hermosa cuando sonríe, cuando vive la vida sin expensas, sin tinieblas… pero la belleza se le cohíbe cuando deja que las espinas sean más fuertes que sus sentimientos.

Y duele. Arden en el alma sus pinchazos, fugaces y repentinos cuando no obtiene lo que quiere, cuando no gana las partidas.

Ana tiene alma de guitarra... hecha de melodías dulces, pero también de ruidos graves, ensordecedores, paralizantes.

Puedo perderme en sus palabras, en sus abrazos, en su amor… pero caigo abatida con cada uno de sus enojos.

Terca de la medula a los tobillos… flacos, fuertes.

Ana me enoja, me decepciona y me enfurece, con la misma enorme capacidad que tiene de hacerme reír, volar y soñar.

De su mano, a mi lado… eterna compañera de vuelos al infinito, de sueños compartidos, de tardes y noches sin reloj.

Si tan solo alguna vez, Ana bajara la velocidad de su nube, podría darse cuenta de cuanto la quiero.

De lo feliz que me hace su felicidad, de cuanto se extrañan sus abrazos en la distancia.

Pero como reprocharle la velocidad? Si fue ella la que cambio mis tiempos… si con su agua dulce inundo mis sueños, dándome esperanza, valor y compañía… aun cuando su fuerte correntada me arrastre hasta el abismo de su silencio, Ana giró mi vida.

Quizás sea esa la razón por la cual frenar nos cuesta tanto a las dos.

Giramos juntas, empapamos los escaparates de alma y chocamos… haciendo que el cielo se estremezca de gracia por nuestras peleas… incoherentes, como nosotras.

Ana es una rosa con espinas.

De esas que deseo por siempre, encontrar en mi jardín.

De esas por las que jure ser aire.

Aunque doble su tallo, aunque me pinche los dedos.



Ana - Ismael Serrano



[...y somos así... tan mitades, tan irritables, tan inseparables, tan distantes...]

martes, 19 de enero de 2010

De almas


Y a mi me gusta tu alma.

Más que el sol de las mañanas de domingo, más que las películas desde el sillón amarillo.

Mas que el canto de los pájaros en la casa vieja, mas que acariciar las arrugas de la frente del abuelo.

A mi me gusta tu alma.

Tanto tanto como los cumplemomentos de una vez por año, tanto tanto como encontrar a la lluvia a la vuelta de la esquina, tanto como las canciones de los Beatles dentro de mis oídos.

Mas que las palabras en francés y que las actuaciones en el espejo.

Me gusta más que las películas de Jeunet y más que la sonrisa de Jude Law.

Me gusta ver tu alma en tus ojos, y encontrar todo mi amor en tu sonrisa, pero más más me gusta tu alma.

Tu alma de viajes y de sueños, de música y de aire, de soles y tormentas.

Tu alma de niño casi hombre, de hombre sin tierra pero con horizontes, de horizontes llenos de mar, llenos de luna.

Tu alma perdida en los escaparates de los sueños, de las utopías alcanzables, de las quimeras que no olvidas.

Tu alma que olvidaste en los ojos de alguna mujer, que recuperaste besando los labios de la soledad.

Me gusta pegarle como estampilla tu alma a mis sueños, a los viajes de mi imaginación.

Me gusta que tu alma esté en el último de mis momentos, antes de dormir y que sea el aire que respiro cada día.

A mi me gusta tu alma.

Vibrante y eterna sobre los hombros de mis pensamientos.

Fugazmente perdurable detrás de cada pestañeo.

Y quizás sea por eso que se me escurren entre los dedos los momentos, que no existe en el día un instante en el que no te pienso… quizás es que tu alma se me ha metido aquí, aquí muy dentro…

sábado, 9 de enero de 2010

Las utopias no tienen edad... menos aun las de nosotros, los locos.


Se sentaba sola en un banco de la plaza frente a la estación.

Miraba las hojas de los arboles… amarillas sobre el suelo de marzo a junio, remas secas hasta septiembre, brotes nacientes y verdes fulgurantes durante cada mes siguiente hasta un nuevo marzo.

Oía los zorzales, hablaba a veces con la gente, a veces leía, a veces cantaba, a veces lloraba, muchas tantas se dormía…

Conocía tanta gente a menudo… viajeros que quizás jamás volverían, otros tantos cuyo viaje terminaba, otros que arrancaban, otros que jamás subían al tren.

Cuando ya no quedaba nadie, inventaba algún amigo que la acompañe a casa.

A veces, al salir de la facultad, me ofrecía ser yo quien la tome de la mano y la deje en su puerta.

Caminábamos un largo rato y en el camino me contaba cada una de sus aventuras… la adrenalina de su mayo del ‘68, su vitalidad, su rebeldía, sus viajes…

Me contaba de sus sueños, los cumplidos y los eternos, me hablaba de su país… de su Francia adorada y de cómo la Argentina se había convertido en su hogar...

Me hablaba de aquel hombre con el que estaba decidida a cambiar el mundo, aquel que con solo tomarle la mano le daba la fuerza necesaria para enfrentar a cualquier capitán.

Había conocido muchos hombres en su vida, pero a ninguno amo tanto como al muchacho de los ojos grises, aquel que escondía la sonrisa de lado tras su barba, aquel con el que caminaba sobre las utopías que los unían.

Con admirable fervor y hasta pasión, intentaba explicarme a Nietzche y parecía orar cuando me hablaba de la libertad… creo que alguna vez, hasta vi las lagrimas escaparle de los ojos.

La facultad, las marchas, las pancartas, la música, sus cuadros…

Yo no hablaba, prefería escucharle... no podía interrumpir el placer de escuchar su voz ronca emocionarse con cada anécdota.

Su acento me resultaba atractivo, pícaro y hasta a veces gracioso.

Solía pedirme que paseáramos un rato mas, mientras el sol de a poco iba abandonado las calles de la ciudad.

¡¿Como negarme?! Si ella embelesaba mis oídos con cada historia. Historias en las que había materializado su juventud, su gloria, su pasión y su locura…

“Los trapos, los humanos, las construcciones, las plantas, los animales, todo envejece algún día muchacho, pero siempre tendrás los sueños, las utopías no tienen edad, porque siempre aguardan ser cumplidas”.

Y como esa tantas enseñanzas dejaba incrustadas en mi mente.

“Hasta pronto madame” “Hasta algún momento muchacho…”, y siempre había algún momento…

A veces desde el taxi la veía allí, en el banco de la plaza, tiritando de frio.

Nunca comprendí su devoción, nunca me anime a preguntar a quien esperaba, o si, en efecto, esperaba a alguien.

Un día deje de verla… la gente comentaba, que finalmente la loca de la plaza había muerto, quizás hasta se había suicidado…

“La loca de la plaza” así la llamaban… creo que se llamaba Violette, pero no estoy seguro. Es quizás el nombre que elegí inventar… después de todo, tenia cara de Violette…

Me rehusé a creerlo y un tiempo después, debí abandonar la ciudad.

Aun aunque haya sido cierto, preferí no comprobarlo. Para mi ella sigue allí, sentada en el banco frente a la estación, mirando las hojas, despidiendo viajeros desconocidos, pensando en la libertad… si, para mi sigue

allí, hasta incluso, creo que suspiró un poco al verme partir…